A la deriva

Este año cambiaron muchas cosas, no puedo decidir si para bien o para mal. Me siento un poco perdido y al mismo tiempo, siento que simplemente me dejo llevar por lo que siento y así. Hace meses siento que perdí un poco la habilidad de escribir, de expresarme. Cuando volví de México, me sumí en una tristeza que no se iba. No podía sostenerme, supongo que todavía estoy tratando de aprender a vivir.
No hay nada más que le quiera decir, ya no siento la necesidad de hablarle. Sin embargo, me cuesta sacarme la idea de pensar que él lo puede ser todo.
Tomé la decisión de irme a vivir afuera, eso me lleva a querer disfrutar de la ciudad, de mis papas, de mis amigos a más no poder. No sé qué pasara con mi carrera, si la voy a seguir o quiero otra cosa...necesito respirar aires nuevos y dejar atrás esta ciudad. La ciudad que tanto me dio, que siempre me va a dar, esta ciudad se terminó. Mi tiempo acá se terminó.
Después que Lucas se fue, después que todo ese mundo se cayó, alguien más tomo su lugar. Por así decirlo, Maxi. Ese chico que conocí a los 16 años, que jamás me imagine iba a terminar queriendo tanto. Él de alguna forma me ayudo a resistir toda la tristeza que llevo conmigo. Hoy estamos en un tire y afloje, en un te quiero pero no te aguanto. Y está este chico, Rami, que no tiene nada que ver conmigo pero que da vueltas en mi cabeza. Y ellos dos juntos, la sola idea me despierta tristeza. No sé por qué, no sé por quién.
Hay tantas cosas sueltas en mi cabeza, hay tanto y al mismo tiempo no hay nada. Hay tanta tristeza y tanta felicidad. Todo este estilo de vida de vivir sin importar, de hacer cosas importantes, de ser lo mejor de mí, de ser liberal, de ser responsable, de ser un reventado, me dejo sin poder decidir si algo me hace bien, si algo me hace mal, si algo está bien, si algo está mal.
Yo había aprendido a vivir, a llevar las riendas de esto. Hoy siento que perdí toda referencia, toda fuerza. Ahora necesito hablarle y decirle que desde que él se fue, desde que él no está, no estoy tan seguro de cómo vivir, de cómo disfrutar, sin sentir que me pierdo lo esencial.
Pero no le voy a hablar. Y toda esta suma de indecisiones me explota la cabeza y termino queriendo desaparecer del mundo. Pero después del viernes, porque el viernes lo veo. O quizá, para el viernes ya no exista el mundo, o ya no lo quiera. 
Tal vez el jueves le hable a Riga y le diga que lo siento mucho y que la quiero, aunque todavía no pensé en ello.
Ya ven.
Y después de todo, me pregunto, ¿qué es lo esencial? ¿estar vivo y seguir?
¿Hay una forma de vivir esta vida, que es la mía y no la de otro? ¿O somos el otro?
¿Qué es lo importante?
¿Cómo dar una respuesta, cómo tomar una decisión, sin sentirme inseguro?
Se suponía que a los 23 años iba a tener las respuestas más claras.
Hoy parece que el mundo dejo de dar vueltas. Y al mismo tiempo, siento que va tan rápido que me dejo sin aire para pensar.

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