De vez en cuando Laurent se movía contra él sin despertarse.
Damen estaba acostado en el calor al lado de él y sentía el suave cabello rubio contra su cuello, el ligero peso de Laurent en los lugares donde se tocaban.
Afuera, el turno de las almenas estaba cambiando y los sirvientes se habían levantado, atendiendo los fuegos y agitando las teteras. Afuera, el día estaba comenzando y todas las cosas relacionadas con él, centinelas y mozos de cuadra, los hombres levantándose y armándose para la pelea. Pudo escuchar el distante grito de un saludo en un lugar del patio; cerca del sonido de una puerta cerrándose.
Solo un poco más, pensó, y podría haber sido un deseo mundano el querer dormitar en cama excepto por el dolor de su pecho. Sentía el paso del tiempo como una presión que crecía. Era consciente de cada momento porque era uno de los últimos que tendría.
Durmiendo al lado de Damen, había un nuevo aspecto físico de Laurent: la firme cintura, el torso con la musculatura de un espadachín, el expuesto ángulo de su manzana de Adán. Laurent se veía como lo que era: un hombre joven. Cuando se metía en su ropa, la peligrosa gracia de Laurent le prestaba una cualidad casi andrógina. O tal vez sería más preciso decir que era raro asociar a Laurent con un cuerpo físico en cualquier forma: siempre estabas tratando con una mente. Incluso peleando en batalla, cabalgando a una imposible hazaña, el cuerpo estaba bajo el control de la mente.
Damen conocía su cuerpo ahora. Sabía la sorpresa que una suave atención podía provocar en él. Conocía sus vagancias, la peligrosa confianza, sus dudas…sus dulces, suaves dudas. Él sabia la manera en la que hacia el amor, una combinación de conocimiento explicito y una casi tímida reserva.
Todavía soñoliento, Laurent se movió una fracción más cerca a él e hizo un suave, impensable sonido de placer que Damen iba a recordar por el resto de su vida.
Y entonces Laurent comenzó a parpadear perezosamente, y Damen observó cómo éste se hacía consciente de sus alrededores y despertarse en sus brazos.
No estaba seguro de cómo iba a ser, pero cuando Laurent se dio cuenta de quién estaba a su lado, sonrió, la expresión un poco tímida pero totalmente genuina. Él nunca pensó que Laurent podría mirar así a alguien.
Damen estaba acostado en el calor al lado de él y sentía el suave cabello rubio contra su cuello, el ligero peso de Laurent en los lugares donde se tocaban.
Afuera, el turno de las almenas estaba cambiando y los sirvientes se habían levantado, atendiendo los fuegos y agitando las teteras. Afuera, el día estaba comenzando y todas las cosas relacionadas con él, centinelas y mozos de cuadra, los hombres levantándose y armándose para la pelea. Pudo escuchar el distante grito de un saludo en un lugar del patio; cerca del sonido de una puerta cerrándose.
Solo un poco más, pensó, y podría haber sido un deseo mundano el querer dormitar en cama excepto por el dolor de su pecho. Sentía el paso del tiempo como una presión que crecía. Era consciente de cada momento porque era uno de los últimos que tendría.
Durmiendo al lado de Damen, había un nuevo aspecto físico de Laurent: la firme cintura, el torso con la musculatura de un espadachín, el expuesto ángulo de su manzana de Adán. Laurent se veía como lo que era: un hombre joven. Cuando se metía en su ropa, la peligrosa gracia de Laurent le prestaba una cualidad casi andrógina. O tal vez sería más preciso decir que era raro asociar a Laurent con un cuerpo físico en cualquier forma: siempre estabas tratando con una mente. Incluso peleando en batalla, cabalgando a una imposible hazaña, el cuerpo estaba bajo el control de la mente.
Damen conocía su cuerpo ahora. Sabía la sorpresa que una suave atención podía provocar en él. Conocía sus vagancias, la peligrosa confianza, sus dudas…sus dulces, suaves dudas. Él sabia la manera en la que hacia el amor, una combinación de conocimiento explicito y una casi tímida reserva.
Todavía soñoliento, Laurent se movió una fracción más cerca a él e hizo un suave, impensable sonido de placer que Damen iba a recordar por el resto de su vida.
Y entonces Laurent comenzó a parpadear perezosamente, y Damen observó cómo éste se hacía consciente de sus alrededores y despertarse en sus brazos.
No estaba seguro de cómo iba a ser, pero cuando Laurent se dio cuenta de quién estaba a su lado, sonrió, la expresión un poco tímida pero totalmente genuina. Él nunca pensó que Laurent podría mirar así a alguien.
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