Me acerco a la parada más cercana, la que en minutos me deja en casa. El sol está fuerte (a pesar de la estación del año) siento el calor que irradia en mi cara.
Ese lugar, esa calle. Cómo detesto volver, ver esas caras tan conocidas, saludar personas que ya nada tienen que ver conmigo; que deje bien lejos de mí, en el pasado. Lo veo, a lo lejos, lo veo venir. Cómo creció, qué cambiado está...necesito que llegue el colectivo, me quiero ir, no aguanto. Se me hace un nudo en la garganta, el sol se apaga, y mis ojos se empañan, no sé dónde mirar...lo veo acercarse, me hago el distraido pero sé que me está mirando...puedo dar la vuelta y caminar pero no soy cobarde, y ya no tengo 13 años, ya no.
Cómo detesto ese lugar, cómo odio saber su número de teléfono, el día de su cumpleaños, el nombre desus padres, el color de los ojos de su abuela; quiero arrancarme los años, y su mirada de mí.
Se fue, siguió; no lo mire (ni un segundo). Yo también, espere y seguí; tarde más, pero avance (como siempre).