Avellana
Entre cucharas de dulce de leche. El reloj marca las 7:47. Se acerca despacio para meterse entre mis piernas. El mármol se siente frío y a mí solo me sale mirarlo. Me sonríe con los ojos; es tan lindo cuando sonríe así. Y me pide una cucharada. Él no come calorías, pero quiere mi sabor. Eso nos une: un vínculo íntimo, de desafío, poder, amor y voluntad, y al mismo tiempo una espontaneidad ingenua. Me brota el deseo de tocarlo y que se derrita en mis manos. Embotellarlo. Apoyar mis labios, entrecerrar los ojos y beber de él. Verlo morir de placer; un amanecer encerrado en su rostro. Me abraza con sus pestañas. Dios, tocarlo debe ser como tocar el cielo. Me invita a quemarme. Le doy una cucharada y me mira. Sus ojos me lo piden. Y es como si el mismísimo dios me invitará al paraíso. Lo beso. Me besa. Nos besamos. Paro a mirarlo. Quiero verlo, quiero creerlo. Estoy mirando al sol. En sus ojos, en su piel: un universo. Cuantas veces mire al cielo buscando explicaciones, vida; hoy me doy cu...